Los avances en las neurociencias, las disciplinas científicas que estudian el comportamiento del cerebro y buscan fundamentos biológicos a la conducta del ser humano, han dado vida a un movimiento cuya aspiración es protegernos de posibles abusos e injerencias.
Elon Musk publicó hace unas semanas un sorprendente vídeo en el que se podía ver a un mono de nueve años jugando al videojuego Pong con su mente. Al principio, el mono usa un joystick para interactuar con el ordenador mientras que los dispositivos instalados en su cerebro leen su actividad cerebral y un ordenador la descodifica. Una vez aprendida la técnica, el equipo desconecta el joystick y él sigue jugando sin utilizar nada más que su implante cerebral.
Esta nueva tecnología de Elon Musk pretende ayudar a pacientes con parálisis a utilizar un ordenador o un teléfono móvil utilizando únicamente su actividad cerebral.
Sin embargo, esta tecnología también encierra potenciales daños si no se utilizan de manera adecuada. Por ello, los llamados neuroderechos.
Los expertos proponen cinco neuroderechos: el derecho a la privacidad mental, el derecho a la identidad personal, el derecho al libre albedrío, el derecho al aumento de la neurocognición y el derecho a la protección de sesgos.
1) Derecho a la identidad personal: es el derecho del individuo a mantener su autonomía personal, porque cuando la neurotecnología conecta a las personas con redes digitales, se puede difuminar la línea entre la conciencia de una persona y los aportes tecnológicos externos.
2) Derecho al libre albedrío: garantiza que las personas tomemos decisiones libremente, con autonomía de voluntad, y sin ser manipuladas por neurotecnologías.
3) Derecho a la privacidad mental: su objetivo es evitar que cualquier dato obtenido del análisis y medición de la actividad neuronal sea utilizado sin el consentimiento del individuo. Además, exige la regulación estricta de cualquier transacción u otro tipo de uso comercial de estos datos.
4) Derecho al aumento de la neurocognición: se pide que se determinen unas pautas y directrices, tanto a nivel internacional como nacional, que delimiten y regulen el desarrollo y aplicación de neurotecnologías que permitan mejorar la actividad cerebral. Se trata de garantizar que este aumento cognitivo sea “accesible a todos equitativamente y no quede reservado a un sector de la sociedad”, indica Moreu.
5) Derecho a la protección de sesgos : para que los conocimientos de la neurociencia no establezcan discriminaciones y distinciones por raza, color, sexo, idioma, religión, opinión, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición.
Los gobiernos son conscientes de la gran importancia de regular estos derechos. España presentó el primer borrador de su Carta de Derechos Digitales, una «declaración de intenciones no vinculante» acerca de los neuroderechos, el pasado mes de noviembre.
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